sábado, 8 de octubre de 2011

Victorino Alonso: mafia y gran empresa



http://dizdira.blogspot.com/2010/01/victorino-alonso-mafia-y-empresa.html

Un gran empresario, un hombre de negocios, es alguien que se dedica a actividades que le proporcionan lucro personal. El lucro personal a gran escala implica necesariamente la apropiación de una riqueza que no es suya. Y esta apropiación no se puede ejercer sin engaño o coacción, pues nadie suele dejarse arrebatar sus bienes si no es por descuido o por la fuerza. Esta sencilla verdad es uno de esos tabúes que nos han enseñado a no tener en cuenta, aunque en el fondo, todos la conocemos. Pero tengámosla presente en esta argumentación.
Para ejercer libremente esta apropiación de riqueza ajena, es decir, este robo, el gran empresario precisa que el engaño o la coacción necesarias para hacerlo no sean castigados como delito por el Estado. De ahí la necesidad de controlar en lo posible los poderes legislativo, judicial y ejecutivo. Este control se realiza normalmente a priori, logrando igualmente mediante el engaño o la coacción que los puestos clave de estos poderes los ejerzan personas de su confianza. Luego, a posteriori, si algo sale mal, pueden realizarse acciones concretas: sobornos, chantajes, campañas mediáticas -y si es preciso, por qué no, asesinatos.
Como vemos, las normas de funcionamiento de la gran empresa no difieren en casi nada de lo que llamamos mafia. La mafia recibe un nombre distinto simplemente porque desde su nacimiento se organizó como un grupo de grandes empresarios alternativo y, por tanto, de intereses confrontados al grupo oficialmente constituído. A menudo, se puede hablar, incluso, de intereses complementarios, más que confrontados. De ahí que se dediquen a aquellas "líneas de negocio" que, por distintas razones, los grandes empresarios prefieren dejar sin explotar (casi siempre es el contrabando, esto es, el aprovechamiento de negocios que el empresariado oficial debe dejar "en barbecho" para propiciar otros intereses.) El hecho de que la mafia, al contrario que el gran empresariado, no posea el control general de los poderes del Estado, sino sólo de los denominados individuos "corruptos", es lo que le da esos tintes siniestros tan típicos. Cuando un juez o diputado es controlado por un mafioso en vez de por un gran empresario decimos de él que es corrupto. Cuando un gran empresario debe usar la fuerza para lograr sus fines, no tiene más que recurrir a los jueces y policías que están a su servicio. Esto, unido a la complicidad de los creadores de ideología, sea el púlpito o la televisión, da a sus acciones de fuerza el necesario aire de legalidad y limpieza. El mafioso, en cambio, debe operar de manera más sucia. Debe contratar a sicarios, porque quizá no tenga policías; debe usar zulos porque quizá no tenga prisiones; debe recurrir a códigos de honor, porque quizá no tenga jueces; debe recurrir a la omertá, porque quizá no tenga medios de comunicación...
Nos parece que el hombre primitivo que sacia su necesidad de comer desollando con una piedra afilada a un animal que acaba de cazar es más salvaje, sucio y repugnante que el hombre de nuestro tiempo que compra una bandejita de filetes en el súper. Sabemos, pero preferimos olvidar, que esos filetes proceden de una inmensa carnicería infinitamente más siniestra y repulsiva que la escena primitiva de caza que hemos visto en la tele. Con la mafia y los grandes empresarios nos ocurre algo parecido.
Desde esta manera de ver las cosas, en la que comprendemos que mafia y gran empresa son esencialmente lo mismo, podemos comprender casos como el de Gerardo Díaz Ferrán que, siendo el presidente de la asociación de grandes empresarios de España, CEOE, parece, sin embargo que tiene actitudes propias del delincuente. Este hombre está hoy en boca de todos por cometer faltas que en realidad son constitutivas de la actividad empresarial. Si no fuera por la dura ley de la omertá, él, con toda razón, podría decir a sus compañeros eso de "quien esté libre de culpa que tire la primera piedra." Estafar a los clientes, al fisco, explotar a los trabajadores... ¿Acaso no es ése el fundamento de la actividad del empresario, el motor de la economía? Es de suponer que Díaz Ferrán ha hecho algo que está prohibido en los códigos de honor de su clan y que es ése el motivo de que ahora se le denoste por pequeños delitos que todos los demás compañeros continúan haciendo -junto con otros mucho más graves.

Una vez comprendido todo esto, una vez recordado que mafia y gran empresa son estructuralmente la misma cosa, ¿puede sorprendernos el caso de Victorino Alonso?
Seguro que muy pocos saben quién es. Hace unos días apareció en algunos periódicos la noticia de que uno de los mayores yacimientos del neolítico en España había sido destruído irreparablemente por el titular privado del terreno en donde se hallaba. Este yacimiento es la cueva de Chaves, en la provincia de Huesca. Ningún gran medio mencionó cuál era el nombre del responsable del crimen. Es lógico. Ya hemos visto que los grandes empresarios controlan los medios. Cuando quieren que un nombre salga, como el de Díaz Ferrán, éste sale. Cuando quieren que quede oculto, queda oculto. Afortunadamente hay gente que dedica enormes esfuerzos y que se juega mucho en, al menos, dar a conocer la magnitud de los crímenes que la TV silencia y el nombre y apellidos de los criminales. Os recomiendo ver este magnífico documental, titulado "Chaves, la memoria expoliada"-para decepción de muchos, el documental no consistía en poner a caldo al presidente de Venezuela.



El gran empresario que ha destrozado por puro vandalismo este yacimiento es Victorino Alonso. Muy pocos lo conocerán. Por eso os recomiendo que leais las entradas que este magnífico blog de un amante de la naturaleza le dedica. Comprobaréis que la destrucción "porque es mío y me lo cargo si me da la gana" de un yacimiento de tal valor es solo un episodio más en la vida de este individuo. Victorino Alonso se ha enriquecido destrozando entornos protegidos de toda la zona norte de la península para extraer carbón. Se le acusa de haber vendido carbón con escombros, de defraudar a Hacienda, de haber cometido todo tipo de tropelías con sus trabajadores. Su seguridad privada ha atentado contra ciudadanos ante la pasividad de la Guardia Civil. Todo ello sin que ningún juez se haya atrevido a hacer nada más que ponerle alguna ridícula multa.
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Cuando nos enteramos de que este emprendedor leonés tiene aficiones como traer animales exóticos a sus fincas para dispararles cómodamente con su fusil de mira telescópica ¿no nos recuerdan estos gustos -cacerías, coches deportivos, relojazos de oro- a los tópicos sobre los mafiosos del cine? Claro que sí. ¿Por qué, si se dedican a lo mismo, iban a ser distintos en su manera de ser un empresario y un mafioso? Ante condicionantes psicológicos -si no ya directamente psiquiátricos- similares, tenemos individuos también muy parecidos.

Teniendo en cuenta, pues, esta casi identidad, por su función social y sus características psicológicas, entre mafia y gran empresariado ¿podemos, sin hacer el ridículo, exigir a las autoridades que este delincuente sea detenido y juzgado por sus delitos? ¿Qué autoridades son esas? Comprendámoslo de una vez. Esas autoridades no mandan nada. Quienes mandan sobre ellas son los Victorinos Alonsos.

Las grandes empresas o son mafiosas o no son. Es una característica constitutiva, definitoria. Lo mismo que un gran atleta debe ser necesariamente fuerte y ágil, una gran empresa debe ser ineludiblemente mafiosa. Sorprenderse por ello o soñar con grandes empresas bondadosas o por lo menos honradas es absurdo.
Por eso la protección del medio ambiente, de los bienes culturales y de la vida y medios de subsistencia y los derechos básicos de las personas no pueden coexistir con las grandes empresas.
Y las grandes empresas no van tampoco a autoextinguirse, a desaparecer solas. Lo harán o por la fuerza o a causa de un cataclismo -quizá un cataclismo provocado por su propia voracidad destructiva. Basta de soñar tonterías. Seamos realistas.

No fue casual que lo primero que la revolución cubana tuvo que hacer fuera acabar por la fuerza de las armas con la mafia y las grandes empresas, con las dos caras de la misma moneda. Podéis consultar el artículo de Wikipedia sobre la mafia cubana. Tampoco es casual que lo primero que surgió tras el fin de la revolución soviética, con el vigor y la rapidez de las malas hierbas en un terreno sin agostar, fuesen las mafias.

La mafia es un capitalismo residual, es una sucursal del capitalismo, lo mismo que la sección femenina o las juventudes lo son del partido nazi. Frank Sinatra amenizaba tanto las veladas de los capos mafiosos como las de los grandes empresarios. Seguramente él mismo, a veces, no sabría distinguirlos.
Publicado por Dizdira Zalakain en 15:45
Etiquetas: Opinión

2 comentarios:

Walcher dijo...

Una de las cuatro acepciones que da el diccionario de la RAE de empresario es “titular propietario o directivo de una industria, negocio o empresa”. Aún siendo benévolos con la definición y considerando a Vitorino Alonso como un empresario, deja mucho que desear lo que cualquiera consideraría como tal. Bueno excepción hecha de la UGT, la Casa de León y algún visionario más… Pero metiéndonos en harina, y al hilo con lo publicado en la presente, digamos que Vitorino es un hombre que se está aprovechando hasta la saciedad de una posición como la que tiene para esquilmar algo, que debería ser de todos, como son las entrañas del Valle de Laciana. Claro está que todo esto que hace, lo lleva a cabo con la total anuencia de unos cuantos políticos, lacianiegos, leoneses y españoles, el silencio de otros muchos de los mismos y la mínima protesta de algunos. Solamente tenemos que ojear las hemerotecas diarias de la prensa provincial y nacional para enterarnos de las mil irregularidades llevadas a cabo por este personaje.

Félix dijo...

Realmente existen muchos Vitorino Alonso en España, herederos de un comportamiento de caciques.
Muchas gracias por la entrada.
Saludos.