Los estadounidenses que alzaban el puño: la Brigada Abraham Lincoln
Un reportaje de Jordi Peralta y Borja Salvador
“Comunistas,
socialistas, anarquistas, republicanos, hombres de distinto color, de
ideología diferente, de religiones antagónicas, pero amando todos ellos
profundamente la libertad y la justicia, vinieron a ofrecerse a
nosotros, incondicionalmente. Nos lo daban todo, su juventud o su
madurez; su ciencia o su experiencia; su sangre y su vida; sus
esperanzas y sus anhelos…Y nada nos pedían. Es decir, sí: querían un
puesto en la lucha, anhelaban el honor de morir por nosotros.”
Barcelona, 1 de noviembre de 1938. La líder comunista Dolores Ibárruri, más conocida como “La Pasionaria”,
pronuncia estas emotivas palabras ante una multitud de simpatizantes de
la causa revolucionaria. Más allá de ser una triste despedida, se trata
de un merecido reconocimiento, un justo homenaje a un grupo de gente
procedente de distintas naciones que habían acudido a España a luchar
por una causa común: la derrota del fascismo. Son ni más ni menos que
las célebres Brigadas Internacionales.
Contexto: la Guerra Civil Española y el escaso apoyo internacional de la República
Para
comprender este fenómeno en su profundidad debemos situar los
acontecimientos anteriores: el 17 de julio de 1936, el general Francisco
Franco inicia una sublevación militar contra el legítimo gobierno de la II República Española, inspirado por el nacionalcatolicismo y por el más ferviente anticomunismo.
El fracaso del golpe de Estado da lugar a una guerra civil que divide
España entre franquistas y antifascistas; mientras tanto, y
paralelamente al desarrollo del conflicto bélico, en algunas partes del país, especialmente en Catalunya, estalla una revolución social y el pueblo trabajador ve la oportunidad de lograr su empoderamiento completo.
¿Qué reacciones generan estos hechos en la esfera internacional? La Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler no dudan en apoyar de inmediato la causa franquista, a la vez que la Unión Soviética y, más simbólicamente, el México
de Lázaro Cárdenas se posicionan al lado de la República. Francia y
Gran Bretaña optan por abandonar a los republicanos a su suerte mediante
el establecimiento del llamado Comité de No Intervención.
Pese a contar con la ayuda soviética, la República se halla en una
situación delicada a nivel diplomático y a nivel militar. En este
contexto entran en juego las Brigadas Internacionales, unidades
militares integradas por combatientes de distintos países que, aunque impulsadas oficialmente por el Comintern el 18 de septiembre de 1936 y organizadas y formadas principalmente por los partidos comunistas de España y de Francia, lograron la adhesión voluntaria de miles de personas
de diversa índole ideológica dispuestas a dar la vida en la lucha
contra el nazifascismo. El socialista Largo Caballero, al principio
reticente a su entrada en combate, comprendió la gravedad de la
situación y las aceptó para acabar integrándolas en las filas del
Ejército Popular Republicano. Aquí empieza la historia del Batallón Abraham Lincoln, más conocido popularmente como la Brigada Abraham Lincoln.
Los inicios: del activismo anticapitalista a la movilización militar
“Lo
que había en España era un gobierno elegido legalmente,
democráticamente, luchando contra un grupo de generales rebeldes y
reaccionarios que deseaban impedir la democracia y la reforma social. Lo
que había allá era una República a la que las
«democracias» occidentales impidieron la adquisición de armamento para
defenderse, mientras que los gobiernos de Hitler y de Mussolini
despachaban aceleradamente hombres y material a sus enemigos. Es
comprensible, entonces, que la lucha de la República española por
sobrevivir viniera a simbolizar la defensa de todo lo que se consideraba
bueno, justo y decente en la tradición occidental contra la embestida
violenta del barbarismo y la maldad.”
Así relataba Robert Rosenstone,
cronista de la Brigada Lincoln, qué había motivado a los voluntarios a
viajar a España. ¿Pero dónde ahondan las raíces de ese fuerte
sentimiento de solidaridad internacionalista? En los años treinta, unos
Estados Unidos que todavía sufren los estragos del crack de 1929 viven
un período de agitación obrera y sindical. Esta etapa, coincidente con la implementación del New Deal
de Rossevelt –políticas intervencionistas destinadas a favorecer la
recuperación económica–, se concreta en una oleada de huelgas que
afectan, entre otras, la Electric Auto-Lite Company y la Chevrolet. Al
calor de estas luchas surge, en 1936, el Congress for Industrial Organizations, donde el Partido Comunista de los Estados Unidos (CPUSA) tiene un gran peso.
Esta formación, que está viviendo un período dorado, no dudará en
solidarizarse con la República Española cuando estalle la sublevación
militar y en organizar el Batallón Abraham Lincoln, caracterizado por
ser una brigada mayormente de hombres blancos; eso sí, a las
órdenes del Comandante Oliver Law, el primer afroamericano en la
historia de los Estados Unidos que dirigía una unidad militar. Y no solamente eso: por primera vez en la historia de un ejército occidental, los altos cargos eran personas negras.
Los
primeros brigadistas internacionales provenientes de EE.UU., que
llegarán a sumar casi 3.000 hombres, zarpan en diciembre de 1936 y
llegan al Estado español al mes siguiente para recibir su primer
entrenamiento militar. Instalan su base operativa en Figueres, Girona, y
pasan a formar parte de la XV Brigada Internacional, donde también
combaten británicos, irlandeses y canadienses.
El bautizo de fuego: el Valle del Jarama
En el Valle del Jarama
se produce la primera acción militar donde entran en combate –y se dan a
conocer- los miembros de la Brigada Abraham Lincoln (recordar que
existe una canción republicana de la época titulada “Jarama’s Valley”,
muy célebre entre los círculos izquierdistas norteamericanos).
“Jarama Valley”, interpretada por el cantautor Pete Seeger:
¿Qué
motiva el choque de tropas facciosas y brigadistas internacionales en
el Valle del Jarama? El paso de la principal carretera que conecta
Madrid con Valencia. Para el bando republicano era muy importante
mantener la línea comunicativa para evitar que, al tomarla los fascistas, Madrid no quedara aislado e incomunicado con Valencia.
El Valle del Jarama, por desgracia, se caracterizó por ser un “bautismo
sangriento” para los brigadistas estadounidenses, ya que eran
milicianos que nunca antes habían estado en una guerra, lo cual provocó
que su inexperiencia – y la falta de armamento y munición–
se saldara con un baño de sangre. Las primeras quejas no se hicieron
esperar: los brigadistas norteamericanos no tardaron en reclamar más
artillería, armamento antitanque y apoyo aéreo; en caso contrario cada
día en el Valle del Jarama sería una nueva masacre. Aun así, a sabiendas
de que la República española no tenía suficiente armamento ni comida
para todos, siguieron luchando y resistiendo al fascismo, pues sabían
muy bien por lo que luchaban y estaban dispuestos a dar, con fe y valor,
su vida por una causa política.
Cabe destacar que los brigadistas norteamericanos también tuvieron un papel fundamental en el Frente de Aragón;
concretamente, en la lucha por la toma de la localidad de Belchite.
Aquella batalla fue un verdadero matadero: 1200 brigadistas
internacionales enfrentados con escasa munición y armamento a 2000
franquistas bien parapetados por tropas nazis.
Algunos nombres propios
La
moral del batallón norteamericano estaba por los suelos al no tener
casi ningún tipo de apoyo militar y perder batalla tras batalla, pero la
lucha por la libertad les hacía mantener su fusil en alto contra los
rebeldes facciosos. De entre esos estadounidenses que no dudaban a
plantar cara a los fascistas merecen mención algunos nombres, ya sea por
su valentía o por su fiel compromiso. Un buen ejemplo sería Robert Hale Merriman,
economista de la Universidad de California que llegó a ostentar el
rango de Jefe del Estado Mayor de la XV Brigada. Probablemente caído en
Gandesa el 2 de abril de 1938, su figura inspiró el personaje de Robert
Jordan en la obra de Ernest Hemingway For Whom the Bell Tolls
(“Por quién doblan las campanas”), que transcurre precisamente en la
Guerra Civil Española. Aunque el célebre escritor no llegó a combatir,
cubrió el conflicto bélico como periodista y ello le marcó enormemente.
Otro nombre que merece ser recordado es el de Milton Wolff,
judío neoyorquino que se afilió al CPUSA durante los años de la Gran
Depresión. Aunque en un principio se consideraba pacifista y solamente
colaboraba con los servicios sanitarios, las enormes pérdidas humanas
que estaban sufriendo los voluntarios norteamericanos lo llevaron a
coger el fusil. Sobrevivió varios días tras las líneas enemigas durante
la Batalla del Ebro y fue nombrado comandante tras la caída de Merriman.
Tras la Guerra Civil, combatió en la Segunda Guerra Mundial contra los
nazis y participó en campañas de solidaridad con los sandinistas y
contra el apartheid sudafricano. Famosas resultaron sus palabras en
defensa de sus camaradas brigadistas durante el mccarthismo: “Soy judío, y sabiendo que como judíos fuimos los primeros en sufrir el fascismo me fui a España a luchar”.
Los afroamericanos también jugaron un rol importante en el seno de la Brigada Lincoln.A parte del ya citado Oliver Law, militante del CPUSA caído el 10 de julio de 1937 en el transcurso de la batalla de Brunete, debemos destacar el nombre de James Yates,
originario del sur estadounidense. Asignado a tareas de transporte,
cayó enfermo y regresó a su tierra. Participó en la Segunda Guerra
Mundial y publicó una interesante autobiografía, From Mississippi to Madrid. Memoirs of a black american in the Spanish Civil War.
Otros combatientes a citar es Alonzo Watson, de primer negro estadounidense caído en combate, y James Peck, natural de Pennsylvania y que sirvió como piloto en la Fuerza Aérea Republicana. Hay casos curiosos como el de Frank Edward Alexander,
mulato nacido y criado en la reserva indígena Sioux de Omaha en
Nebraska. Tras la Guerra Civil huyó con los exiliados republicanos al
sur de Francia, donde pasó un tiempo confinado en un campo de
concentración. Durante el mccarthismo pasó una temporada en prisión por
su militancia comunista.
Pese a
despertar la curiosidad de la población local, poco acostumbrada a ver
hombres negros, la mayoría de los brigadistas afroamericanos destacan la
cálida acogida que recibieron por parte del pueblo español.
El amargo regreso: represión y olvido
El
día que los brigadistas tuvieron que volver a la tierra que les vio
nacer, no fueron recibidos precisamente como héroes: las autoridades
yanquis los persiguieron y tacharon de criminales y elementos
subversivos por haber contravenido la política estadounidense. A parte
del duro golpe que resultó para ellos la derrota republicana, los
combatientes deberían enfrentarse a un sinfín de dificultades
relacionadas con su compromiso revolucionario y, en la mayor parte de
los casos, con su militancia comunista.
Así
pues, en 1947 el gobierno norteamericano (su departamento de justicia)
organizó una lista de organizaciones subversivas la Brigada Abraham
Lincoln figuraba en ella. La doctrina de persecución anticomunista, a
menudo paranoica, conocida como “mccarthismo” (llamada así por ser el senador Joseph McCarthy, quien la impulsó) se cebó con ellos: a muchos brigadistas se les citó en los comités de actividades antiamericanas que creó el gobierno estadounidense para reprimir cualquier tipo de actividad comunista.
Muchos fueron encarcelados al no querer “cooperar” con la
administración estadounidense; las penas que imponía el Mccarthismo eran
de hasta 20 años de prisión. El palo más duro fue para el Partido
Comunista, que se vio desarticulado por la entrada en prisión de toda su
cúpula. En la era del Mccarthismo cualquier persona progresista o con
ideas un poco de izquierdas ya era tildado de comunista, y las
consecuencias eran siempre las mismas: pérdida del trabajo, retiro del
pasaporte y cárcel.
Peor castigo fue,
tal vez, el olvido y el exilio interior al que fueron condenados muchos
de los brigadistas, lo cual no ha impedido que se hayan celebrado
varios homenajes y tengan varios monumentos a lo largo y ancho de
Estados Unidos.
De los Estados Unidos
de América, de ese país cuya característica principal ha sido –y es- su
fuerte anticomunismo, surgieron esos hombres valerosos, negros, blancos
y hasta sioux, que alzaron el puño contra la reacción facciosa que
amenazaba España. La Brigada Abraham Lincoln y sus voluntarios
significaron el compromiso sin fin, la lucha eterna por la justicia
social y la libertad. Costara lo que costara. Sin duda estas gentes,
venidas del otro lado del ‘charco’ fueron –y son- un ejemplo de
dignidad, de compromiso, de valentía y de solidaridad, es decir, de lo
mejor que puede ofrecer la humanidad.
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